JOYERIA
INSPIRACIÓN
El jade, nombrado por los conquistadores en el siglo XV como “piedra de ijada” o “piedra para el costado”, debe su denominación a su reputación ancestral de aliviar los males de los riñones y los cólicos nefríticos, así como a su papel protector frente a los espíritus considerados malévolos, según las leyendas de los pueblos originarios de América.
Esta piedra, especialmente apreciada en la decoración y la joyería, agrupa en realidad tres minerales distintos pero de apariencia similar: la jadeíta, la nefrita y el kosmochlor.
Fue el mineralogista Alexis Damour quien, en 1863, diferenció los dos principales tipos de jade: la jadeíta y la nefrita.
El término “jadeíta” encuentra también su origen en el latín lapis nephriticus, o “piedra del flanco”, en referencia a las creencias amerindias relacionadas con sus virtudes protectoras para los órganos internos.
El jade se divide así en dos grandes tipos principales:
La compra de jade requiere una atención especial debido a la gran cantidad de imitaciones presentes en el mercado. La serpentina, en particular, a veces denominada antigorita, es una piedra menos costosa y mucho más blanda que, una vez teñida, puede asemejarse al jade. Aunque se utiliza con frecuencia en la escultura por su facilidad de tallado, no posee ni la dureza ni las cualidades simbólicas tradicionalmente asociadas al jade auténtico.
En el plano físico, el jade es una piedra notablemente resistente, con una dureza de entre 6 y 7 en la escala de Mohs para la jadeíta, y de 6 a 6,5 para la nefrita, lo que la hace duradera y adecuada para un uso cotidiano. Su estructura fibrosa y granular le confiere una resistencia excepcional a los impactos, un rasgo que contribuyó a su amplia utilización como material para herramientas y objetos ceremoniales en numerosas culturas antiguas.
Desde la Edad de la Piedra Pulida, el jade ha sido utilizado para fabricar armas, objetos ornamentales y piezas rituales, lo que da testimonio de su valor tanto espiritual como práctico. En numerosas culturas antiguas, esta piedra se asocia con la sabiduría, la longevidad y la prosperidad.
Los egipcios lo honraban al asociarlo con Maat, diosa de la justicia, ya que su color verde simbolizaba el equilibrio, la verdad y la armonía.
Entre los celtas de Irlanda, el jade estaba vinculado a Brigit, diosa del principio femenino, de la fertilidad y de la sanación.
En la Antigüedad, el jade también adornaba las viviendas mediante delicadas esculturas que simbolizaban la longevidad y la prosperidad, subrayando el valor estético y simbólico de esta piedra en la vida cotidiana.
El jade representaba igualmente a las Moiras en la mitología griega, las tres diosas del destino que regían la vida de los seres humanos desde su nacimiento hasta su muerte, lo que da testimonio de la profunda carga simbólica del jade como piedra del destino. Los griegos también le atribuían virtudes terapéuticas: lo utilizaban para aliviar los ojos cansados colocando fragmentos de jade sobre los párpados, y empleaban soluciones limpiadoras para aliviar infecciones oculares. En forma de elixir, el jade se usaba para tratar mordeduras de serpientes o roedores, así como dolores de estómago, revelando la diversidad de usos curativos que se le atribuían.
Los romanos, por su parte, asociaban el jade con Bona Dea, diosa de la tierra y de la fertilidad, lo que reforzaba aún más el vínculo entre esta piedra, la naturaleza, la fecundidad y la abundancia.
En China, el jade, o “Yu”, ha ocupado un lugar central en el arte y la cultura desde tiempos remotos. Era considerado un símbolo de pureza, nobleza e inmortalidad, y representaba la quintaesencia de la virtud. El jade simbolizaba el poder absoluto del emperador: este poseía un cetro de jade, mientras que los cinco príncipes principales tenían cada uno una tablilla de jade que debían devolver anualmente al emperador, quien decidía entonces si conservaban o no su estatus.
Según la mitología china, el jade era incluso percibido como el esperma seco del dragón, lo que otorgaba a esta piedra un aura de divinidad y de poder cósmico. La piedra era tan sagrada que su uso en la medicina estaba estrictamente regulado, y cualquier daño causado a un objeto de jade podía ser castigado con la pena de muerte.
En los rituales funerarios, una cigarra de jade se colocaba en la boca de los difuntos, simbolizando la vida eterna y la resurrección. El jade servía para preservar las energías del yin, previniendo la descomposición del cuerpo y asegurando una buena reencarnación.
El jade era también un símbolo de amor y de felicidad conyugal, en relación con la diosa Guan Yin, encarnación de la piedad, la compasión y el amor incondicional. Tradicionalmente, un fragmento de jade tallado en forma de mariposa se ofrecía a la futura esposa durante el compromiso, evocando una leyenda en la que un joven, al perseguir una mariposa de vivos colores, entró en los jardines de un rico mandarín. En lugar de ser castigado por la intrusión, conoció a la hija del mandarín y se casó con ella. Este ritual perpetúa el símbolo del amor feliz y del bienestar conyugal.
Las celebraciones nupciales chinas también rinden homenaje al jade: los recién casados beben en una copa de jade con forma de gallo, símbolo de fidelidad, inspirada en una conmovedora leyenda según la cual un gallo blanco se habría suicidado para permanecer junto a su dueña.
Para los pueblos prehispánicos, y en particular para los mayas, el jade superaba al oro en valor y simbolizaba la creación y la esencia misma de la vida. Cuando Cortés pidió a Moctezuma que le entregara sus tesoros, esperando recibir grandes cantidades de oro, este le ofreció jade, pues consideraba esta piedra como algo invaluable.
En las tribus de México, de América Central y del Sur, el jade estaba también estrechamente vinculado al agua, y ofrendas de jade eran arrojadas con regularidad a los pozos sagrados o cenotes para invocar a los espíritus de las aguas.
Esta piedra preciosa era asimismo utilizada con frecuencia para la elaboración de máscaras y objetos rituales, encarnando un vínculo sagrado con los elementos naturales y las prácticas espirituales.
Los aztecas asociaban el jade con Chalchiuhtlicue, diosa del agua y protectora de los niños, cuyo nombre significa “falda de jade”. La piedra también estaba dedicada a Coatlicue, diosa de la vida y de la muerte, apodada “la de la falda de serpientes”, lo que subraya la riqueza simbólica del jade dentro de su panteón.
Los maoríes de Nueva Zelanda también consideraban sagrado el jade, en particular bajo la forma de nefrita, asociada al agua y a la diosa Hine-nui-te-pō, la gran señora de la noche y de la muerte. Uno de los objetos más emblemáticos de la cultura maorí es el Hei-tiki, un colgante generalmente tallado en jade que representa a un ancestro mítico. Los maoríes lo llevaban alrededor del cuello para unir su mana, o energía espiritual, con la de sus antepasados, reforzando así su conexión con el linaje.
Yacimientos:
El jade nefrita se encuentra principalmente en China, Rusia, Nueva Zelanda y Canadá.
El jade jadeíta se encuentra, entre otros lugares, en Guatemala, Kazajistán y Birmania, así como en variedades asociadas al kosmochlor, a veces denominado jade imperial.
A lo largo de la extensa historia de la humanidad, distintas sociedades han atribuido al jade diversas propiedades, virtudes e interpretaciones de carácter curativo. Los elementos presentados aquí se inscriben en una perspectiva cultural e histórica, con el fin de ilustrar la relación simbólica que se ha ido construyendo entre esta piedra y las civilizaciones humanas a través de los siglos. Al igual que en el caso de las piedras anteriores, estas asociaciones responden a una lectura descriptiva e interpretativa, basada en tradiciones antiguas y usos históricos. No constituyen en ningún caso una recomendación terapéutica o médica ni reflejan creencias personales.
Por favor, tenga en cuenta que todas las propiedades curativas presentadas de las piedras provienen de tradiciones antiguas y de diversas fuentes culturales. Esta información se proporciona únicamente con fines informativos y de ninguna manera constituye un consejo médico. En caso de algún problema de salud, se recomienda consultar a un profesional calificado.
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