JOYERIA
INSPIRACIÓN
El ámbar, una resina procedente de árboles que datan de hace entre 25 y 50 millones de años, ha sufrido un proceso de fosilización que la transforma en una gema orgánica dura, al igual que el nácar, el coral y el azabache. Distinta de la savia, la resina representa una secreción aromática semisólida, a menudo producida como respuesta a una herida o a una agresión externa en coníferas. Esta melaza dulce actúa como una barrera protectora, curando heridas, repeliendo infecciones y sellando ramas rotas, al mismo tiempo que refleja el estrés sufrido por el árbol.
El ámbar se formó durante varios períodos geológicos, especialmente el Eoceno y el Oligoceno. Las mayores concentraciones de ámbar provienen de la región del mar Báltico, una de las fuentes más ricas, donde se encuentran resinas fosilizadas procedentes de los bosques prehistóricos de pinos, principalmente Pinus succinifera.
El término "ámbar" deriva del árabe "anbar", que significa "lo que flota en el mar", haciendo referencia al ámbar gris, una sustancia distinta procedente del intestino del cachalote pero que a menudo se confunde con el ámbar vegetal debido a su apariencia similar y a que antiguamente se encontraba flotando en el agua o varado en las playas. También se llama al ámbar vegetal succin (término latino que recuerda su origen resinífero) o carabé.
El ámbar generalmente presenta un color amarillo a anaranjado, aunque también existen variedades rojas, verdes e incluso casi negras. Su baja densidad le permite flotar en agua salada, lo que explica su asociación histórica con las playas. En la escala de Mohs, su dureza es relativamente baja, situándose entre 2 y 2,5, lo que facilita su trabajo para la creación de joyería.
Químicamente, el ámbar está compuesto de hidrocarburos complejos. Cuando se calienta, desprende un olor característico a pino, y al frotarlo genera electricidad estática, un fenómeno observado desde la Antigüedad que dio origen al término "electricidad" (del griego elektron, que significa ámbar).
El ámbar contiene innumerables inclusiones preservadas a lo largo del tiempo, como fragmentos de vegetales, insectos, animales, plumas e incluso burbujas de aire. Estas inclusiones, a menudo atrapadas cuando los insectos, atraídos por la savia de la resina, quedan atrapados, constituyen instantáneas de la vida antigua. Por ejemplo, los ejemplares de ámbar del mar Báltico incluyen más de 214 especies vegetales, ofreciendo una visión fascinante de la biodiversidad antigua. Estas inclusiones permiten a los investigadores explorar los ecosistemas prehistóricos. Algunas inclusiones espectaculares incluso incluyen plumas de dinosaurios, proporcionando pistas cruciales sobre la vida hace millones de años.
El ámbar se presenta en diversas formas y colores, que van desde el amarillo blanquecino hasta el marrón oscuro, pasando por tonalidades más raras como el rojo, el verde e incluso el azul. Puede ser opaco o transparente, con matices que varían según su composición y su origen geográfico. Estas distintas variedades contribuyen al atractivo del ámbar, haciéndolo único y fascinante para coleccionistas y amantes de las gemas. Los diferentes colores del ámbar son el resultado de varios factores: la composición química de la resina, las condiciones de fosilización y la presencia de inclusiones o impurezas.
Debido a la rareza y al valor de algunas variedades de ámbar, ha surgido un mercado de falsificaciones, utilizando materiales como plástico, vidrio y copal. Este último es una resina de árbol que se encuentra principalmente en México y Centroamérica. Aunque endurecido, el copal no ha pasado por el proceso de fosilización durante millones de años, lo que lo diferencia del ámbar auténtico. Sin embargo, puede confundirse fácilmente con el ámbar debido a su apariencia similar, especialmente cuando se utiliza en la elaboración de joyería.
Los falsificadores suelen especializarse en crear ámbares con inclusiones, un aspecto especialmente valorado por los coleccionistas. Estas inclusiones, como insectos, escorpiones, vertebrados o incluso flores, añaden un valor estético y científico considerable al ámbar auténtico. Las falsificaciones, por su parte, pueden incluir animales o plantas agregados artificialmente en la resina, complicando así su identificación.
Para evitar caer en la trampa de las falsificaciones, existen varias pruebas para reconocer la autenticidad del ámbar, aunque algunas pueden dañar la piedra. A continuación, se presentan algunos de los métodos más comunes:
Al comprar ámbar con inclusiones, es importante usar el sentido común. Los ejemplares que contienen vegetales o animales perfectamente preservados en el ámbar son extremadamente raros. Una inclusión bien conservada de esta calidad debería, lógicamente, encontrarse en un museo o ofrecerse a un precio muy elevado. Si una pieza parece demasiado perfecta o se vende a un precio sorprendentemente bajo, conviene desconfiar.
Las inclusiones en el ámbar auténtico suelen estar parcialmente degradadas o posicionadas de manera imperfecta, ya que los organismos atrapados en la resina sufren los efectos del tiempo y de las condiciones ambientales antes de quedar completamente encerrados. La rareza y autenticidad de tales inclusiones contribuyen a su valor, tanto monetario como científico. Cada ejemplar de ámbar con inclusiones es una verdadera obra de arte natural, capturando fragmentos de un ecosistema desaparecido hace millones de años.
Minas: mar Báltico, Polonia, Alemania, Lituania, Estonia, Rusia, Canadá, República Dominicana, México, Francia, Birmania.
El ámbar, a menudo descrito como gotas de sol o lágrimas divinas, ha fascinado a las civilizaciones desde los albores de la humanidad. A veces percibido como miel solidificada o como sol congelado, está impregnado de misterios y simbolismos, especialmente debido a las inclusiones vegetales o animales que a menudo se encuentran en su interior, simbolizando la juventud eterna. Esta idea influyó profundamente en su papel en los ritos funerarios, donde acompañaba a los difuntos en diversas culturas, ofreciendo una conexión simbólica con la eternidad.
El uso del ámbar se remonta a la prehistoria, con restos descubiertos desde el Aurignaciense antiguo. Una pieza de ámbar trabajada de treinta mil años, encontrada en Alemania, es el ejemplo más antiguo de este arte.
El mar Báltico, por su parte, es una fuente reconocida de ámbar, suministrando este valioso material a griegos, egipcios, celtas y micénicos, lo que refuerza la importancia del ámbar en la Europa antigua.
Los griegos fueron de los primeros en estudiar el ámbar. Plinio el Viejo (23-79) documentó sus propiedades en sus escritos, pero fue Tales de Mileto (-625, -547) quien, mucho antes, observó su potencial electrostático. Al frotar el ámbar, descubrió que podía atraer pequeños objetos, fenómeno relacionado con la electricidad estática. De hecho, el término proviene del griego "elektron", que significa "ámbar", mostrando cuánto marcó esta gema la ciencia.
Un mito griego famoso atribuye el origen del ámbar a la resina de álamos y alisos. Según la leyenda, Faetón, hijo del dios del sol Helios, intentó conducir el carro solar de su padre. Al perder el control, se acercó demasiado a la tierra, provocando sequías e incendios. Para detener este caos, Zeus lo fulminó. Las lágrimas de las hermanas de Faetón, las Heliadas, se solidificaron en ámbar, y los dioses las transformaron en álamos y chopos, cuyas lágrimas continuaban fluyendo en el río Eridano. Este relato mitológico añade una dimensión poética a la formación del ámbar, vinculando su creación a tragedias celestiales y a la eternidad de las lágrimas congeladas.
Otra leyenda griega, relatada por Sófocles, cuenta cómo las hermanas de Meleagro, transformadas en aves, lloraron la muerte de su hermano. Sus lágrimas se solidificaron en ámbar, reforzando la imagen romántica de esta gema como símbolo del dolor eterno cristalizado.
El ámbar, a menudo percibido como un fragmento de sol solidificado, estaba dedicado al dios griego Apolo. Como deidad del canto, la música, la poesía, las purificaciones, la sanación y la luz (distinta del sol), Apolo se asociaba con el ámbar debido a su capacidad de calentar el corazón y transmitir la energía solar. Esta conexión divina refuerza la percepción del ámbar como un don celestial, vinculado a los aspectos más luminosos y energéticos de la vida.
El ámbar tenía un valor considerable, como lo muestra su papel en la epopeya de la Odisea, donde un pretendiente ofrece un collar de ámbar a Penélope, la esposa de Ulises, con el fin de seducirla. Esta anécdota subraya la alta estima en que se tenía el ámbar como regalo precioso y seductor.
Entre los romanos, las mujeres solían llevar ámbar en brazaletes, creyendo que podía preservar la juventud eterna. Este uso evidencia la percepción del ámbar como un símbolo de belleza intemporal y de conexión directa con la vitalidad y luminosidad asociadas a la juventud.
Para los antiguos pueblos bálticos de Lituania, el ámbar tiene su origen en la trágica historia de la diosa de las sirenas, Juraté. Obligada a casarse con Patrimpas, dios de las aguas y los mares, la pareja divina residía en un espléndido palacio de ámbar en el fondo del mar, simbolizando la fuente de toda vida. Sin embargo, el amor prohibido de Juraté por un joven pescador provocó la ira de Perkūnas, dios de la lluvia, las montañas, los robles y el cielo. Su rayo destruyó el palacio, causando la muerte del pescador. Juraté, encadenada a las ruinas de su dominio, fue condenada a ser golpeada por las olas. Sus lágrimas, transformadas en ámbar, cubren las playas junto a los restos de su palacio hundido.
Los celtas, fascinados por el ámbar, lo utilizaban abundantemente en forma de cuentas. En la mitología celta, Apolo (forma adoptada de Apolo por los latinos), desterrado del Olimpo, habría dispersado lágrimas de ámbar.
En la mitología nórdica, se creía que el ámbar se formaba a partir de las lágrimas de la diosa del amor y la belleza. Según la leyenda, las lágrimas de Freyja, vertidas en busca de su esposo perdido, se transformaron en ámbar al tocar la tierra, reforzando la asociación entre el ámbar, las emociones profundas y las fuerzas místicas.
Según la creencia, pequeñas estatuillas de ámbar talladas en forma de animales podrían contener su fuerza, fortaleciendo el vínculo místico con las fuerzas naturales y la simbología animal.
En la Edad Media en Francia, el uso del ámbar en polvo en los filtros de amor ilustra su asociación con rituales románticos y mágicos, donde esta gema se consideraba un elemento poderoso para atraer el amor.
En China, la representación de animales en ámbar se creía que favorecía la fertilidad. También existe la teoría de que el ámbar podría ser el alma de tigres atrapados para siempre.
Las bodas de ámbar, celebradas en el 34.º aniversario de matrimonio, destacan la durabilidad y la memoria contenida en el ámbar, que atrapa plantas y animales para la eternidad.
A lo largo de la historia, el ámbar, al igual que muchas otras piedras, ha sido percibido a través de tradiciones que le atribuyeron diversas propiedades, virtudes y usos simbólicos. La información presentada aquí se enmarca en una perspectiva cultural e histórica, con el objetivo de mostrar cómo distintas civilizaciones pudieron comprender o valorar esta resina fosilizada a lo largo de los siglos. Al igual que con las piedras anteriores, se trata de una visión documental que no constituye ni una recomendación terapéutica o médica, ni la expresión de creencias personales.
Por favor, tenga en cuenta que todas las propiedades curativas presentadas de las piedras provienen de tradiciones antiguas y de diversas fuentes culturales. Esta información se proporciona únicamente con fines informativos y de ninguna manera constituye un consejo médico. En caso de algún problema de salud, se recomienda consultar a un profesional calificado.
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